martes, 10 de enero de 2017

La fabulosa viuda de Manuel Puig

Una mujer vive en un pueblo entre las fotos de un hombre, releyendo sus libros todos los días, guardando los recuerdos de su familia, trabajando sobre su obra, dando la cara por él. El hombre es uno de los grandes escritores argentinos del siglo XX, Manuel Puig. La mujer, dicen en el pueblo, es su viuda. La mujer no lo conoció.
Sin embargo, ahora Patricia Bargero es la protagonista de Regreso a Coronel Vallejos, un documental sobre todo lo que pasó alrededor de Puig en General Villegas, donde nació en 1932 y donde vivió hasta 1949, salvo un par de años en el colegio Ward, de Ramos Mejía. Bargero llevó de vuelta a Puig a un lugar donde no lo querían. Usó sus novelas para hablar de temas que duelen -el abuso, el machismo, la opresión del chisme- en talleres. Impulsó “Puig en acción”, unas jornadas con murgas, con teatro, con música, con invitados que decían lo que no se dice. Hizo charlas con jóvenes homosexuales del pueblo, que trabajan como camioneros. Puig fue una puerta.
En Villegas, donde la pampa húmeda empieza a secarse- el nombre de Manuel Puig sigue irritando. Pero lo que irrita no es -aunque también- que fuera ese chico que, decían, “no jugaba con tierra”, no que hablara con los adultos y rehuyera las bicicletas y fuera prolijo y delicado y el mejor alumno de catequesis. No irrita -aunque un poco sí- por todo eso sino porque, años después de irse, publicó dos libros en los que retrató la vida villeguense sin piedad, sin pudor;porque mostró el abuso sexual, la banalidad, el rumor que cuenta y calla. Por mucho tiempo no le perdonaron que hubieran salido de la pluma de un coterráneo La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas, dos novelas hechas con la intimidad de lo que se vivía en el pueblo -al que llamó “Vallejos”-zaguanes adentro, sábanas adentro. Y cuando salió la película de Boquitas, horror: no era lo mismo tener que abrir un libro, hallarse en medio de todas esas palabras que tener a Alfredo Alcón interpretando a un vecino:en Villegas no hay vacilación entre ficción y realidad, reconocen personaje por personaje. El personaje que en la novela se llamó Juan Carlos -detallan- en la vida era Danilo Caravera. Un seductor, amado por las mujeres al punto que la tumba se le llenaba de flores y de cartas y, por resguardar el decoro, la familia decidió mudarlo y dejar el cuerpo tras otro nombre en el cementerio.
“En La Traición... se habla de un abuso en la Escuela 1 y nadie se asustó por eso, pero después se calentaron porque a Danilo le decían que era mujeriego, que no era tan bueno”, dice ahora, rodeada de fotos, Patricia Bargero, la viuda que no lo conoció.

Hay que verla.
Bargero tiene 55 años y habla de Puig sentada en su silla de ruedas, en el living de su casa, que no es cualquier casa sino una donde vivió el escritor de niño.
No es difícil pensar que Bargero podría ser un personaje de Puig, un escritor que mete las manos en el folletín, en el melodrama. Su historia lo tiene todo: Patricia nació en Bunge, acá nomás, se vino a Villegas durante el secundario y fue a Buenos Aires a estudiar para bibliotecaria y para maestra. Era joven, hija de tamberos, lo de vivir en la ciudad era por un rato:“Había hecho esa carrera porque se podía ejercer en mi pueblo, la idea era volver a casarme y trabajar”
-Y si no, ¿qué hubieras estudiado?
-Letras, pero era larga y tenía que casarme antes. Estaba de novia desde los 15 años y esas cosas... cuando me fui a estudiar ya estaban los planes de boda.
Pero la vuelta trajo otra cosa, la cola del diablo. Iba de pueblo a pueblo, en coche, llevando las participaciones para el casamiento, el trajecito de civil, el vestido blanco. Manejaba ella. Mordió la banquina, pegó el volantazo y el coche se volvió trompo. Cuenta en la película: “hasta vi la luz y todo. Pero contrariamente a lo que dicen, que se dejan llevar, yo gritaba ‘quiero vivir, quiero vivir, como sea: quiero vivir’ y veía la palabra ‘vivir’ escrita en letras brillantes”. En ese vértigo se da cuenta de que no puede moverse y -como salida de un libro de Puig, para quien el cine fue fundamental, piensa en una película.
-Una de una esquiadora que se queda cuadripléjica y lo único que puede levantar son las papas fritas.
-¿En pleno accidente?
-Sí.Me atienden en Ameghino y me dicen que tengo quebrada la cadera. Entonces vengo de ahí moviendo el cuello. Me acuerdo de esta situación:“Lo único que puedo mover es el cuello, si dejo de moverlo, no voy a poder mover ni el cuello”. Y así despedacé mi médula.
Dice, en esa silla con motor en la que gira, se mueve, anda por las veredas y acelera por el asfalto de Villegas. Tenía 21 años, el accidente la había dejado cuadripléjica y la había bajado del altar. Y, sin embargo, “tenía la certeza y la tranquilidad de que todo estaba perfecto, de que todo estaba como debía ser”. Se ríe.
En Buenos Aires le dieron esperanzas: iba a caminar. Rehabilitación, médicos, pasaron los meses. “Y nadie me decía nada; creo que por eso me gusta tanto Puig, porque dice cosas”. Hasta la verdad llegó. “Hasta ese momento tenía tremenda angustia y después bueno, ya estás, ahora depende de vos. Yme puse a laburar”.
Enseguida la llamaron del pueblo: iban a organizar la Biblioteca Pública: si podía fichar, podía trabajar. Se sentó en la máquina de escribir con una especie de manoplas que sujetan palitos. Podía.
Ahí, entre los libros, apareció Manuel Puig, el que “había hablado mal de nosotros”, el “puto mentiroso”, el “tipo jodido”. El raro. “Estoy fichando, lo veo y digo, hay que leerlo a este tipo, no se lo puede patear más, estamos en Villegas”.
Lo primero que leyó fue La traición de Rita Hayworth, la infancia y adolescencia de Toto, el alter ego de Puig, al que llamaban “Coco”. Es en esa novela donde se habla de violaciones en la escuela. Por ejemplo: “Dijo el Toto que lo vio al de Mansilla parado contra el tapial con la cara de descompuesto y empapada de lágrimas, de atrás el Noziglia que lo tenía agarrado y le daba bomba y lo vio acercarse al Toto y decía ‘hico-hico caballito’”. Y unas páginas después Toto dice que a él lo buscaron pero se escapó. Ficción, claro. Aunque, cuenta Bargero, la madre de Puig supo decirle a la directora de la escuela que había cambiado a Manuel de colegio por “algo que pasó en los baños”.
-Leyendo a Puig encontré que Villegas estaba en todos lados. Que él había llegado a esos lugarcitos que son lo que uno más esconde, el lugar cursi. Esa cosita más mediocre que tenemos todos y que no queremos mostrar. En los años 60, 70, Puig diciendo “los boleros también dicen verdades”. Los costados mezquinos. Para mí fue ir por esas voces de la infancia.
-¿Y en lo personal?
-Te podés hacer el boludo también si querés... Pero estaba esta cosa de... “si el tipo es un resentido entonces soy una resentida”. ¿Y qué me resiente? Mis peleas por la rampa, por ejemplo, que les ponen un borde de 3 centímetros y no puedo subirlas.
-¿Puig por qué estaba resentido?
-Supongo que debe haber sido difícil para un chico que era brillante y que quería ser prolijo, el prolijo de la familia, el mejor alumno, el que estudiaba. Y a la vez sentía que eso lo alejaba de los compañeros. Pero no podía dejar de hacerlo, era ese chico perfectito que seguía haciendo los deberes, que seguía ganando el concurso de mejor alumno en catequesis: yo fui catequista. Puig dice que hacemos personajes y eso lo veo en mí. Así como la enojada también está la que quiere agradar, la que quiere quedar bien con todos. La mártir, esa bien católica. Esos personajes que uno va desarrollando y los hacés con tanta naturalidad que te creés que sos vos. Te puede servir un rato pero a larga, pesa. ¿Cuánto más vas a seguir escondiéndote acá? ¿Cuánto más vas a seguir usando la silla de ruedas? La silla de ruedas es un lugar de refugio muy fuerte. Yo sentía que me daba una impunidad... que podía decir cosas o hacer cosas que si caminara no podría haber hecho o dicho. Como que había un halo de protección: con la paralítica no se meten. Ese juego: a mí no me vas a tocar, porque soy paralítica. Digo “paralítica” porque es la palabra que más les jode a los paralíticos.
-¿Y a vos?
- A mí me importa un carajo. No importa qué palabra usás sino el tono con que la decís. Ahora se dice “capacidades especiales”, como si fueras Súperman, la Batichica. Es horrible. Ves esa incomodidad de “cómo te digo? ¿Tullida?” En fin, lo mío fue Puig y mucho psicoanálisis.
-¿Qué queda de Vallejos en Villegas?
-Todo. Todo porque las relaciones siguen siendo así. Y hay situaciones actuales que superan la ficción de Puig. Ese abuso de tres adultos a la chica que se filmaron en video, que pasó tres años atrás. Eso Puig ni se lo hubiera imaginado. Y lo tremendo fue una marcha de 300 mujeres apoyando a los abusadores. Y las mujeres de los tipos encabezando la marcha. Yo laburo machismo en escuelas. Mientras estás en el plano de la ficción, todo bien. Cuando pasamos a la sociedad actual... ¿qué nos pasó acá? Y los pibes reaccionaban con un odio: “Esa, si los pibes hacían cola para que se las chupara, a esa le gusta”.
Cuentan que pasan los años, pasan los años y en General Villegas Manuel Puig sigue irritando. Y que lo cuida su viuda.
-¿Viuda? ¡En todo caso la novia!

Documental para un provocador
El cineasta Carlos Castro también es de General Villegas, también creció sabiendo que el pueblo había dado una figura a la literatura internacional y que esa figura, calles adentro, era, bueno, complicada. Pero tenía una deuda con esa historia y la pagó ahora con su documental Regreso a Coronel Vallejos, que todavía no estrenó pero que mostró en el Cine Español de Villegas, el mismo donde el niño Puig iba con su mamá. “No queríamos una biografía de Manuel sino la relación entre libros, el no regreso de él a Villegas y Patricia”.
La historia tiene que ver con la de “El ciudadano ilustre”: el escritor que se va y que dice cosas que duelen. De hecho, el Mantovani de El ciudadano dice una frase que es de Puig: “Querría volver como una mirada”.
Puig, dice Castro, “es un provocador y un revolucionario. Ser revolucionario en los 70 es escribir El beso de las mujer araña, un guerrillero con un homosexual. Ser provocador es discutir, en Pubis angelical, si Perón era revolucionario. Revolucionaria era Cae la noche tropical, que habla de los que no pudieron reinsertarse, que no pudieron volver. O Boquitas y La traición en un pueblo muy conservador. Eso es Puig: es una molestia.. No es políticamente correcto, no es orgánico”.
Fuente de las imágenes y nota: Diario Clarin